Por : Mariangela Del Rosario
Ser una mujer emprendedora es un acto de valentía diaria. Nosotras, las mujeres emprendedoras, no solo construimos negocios, sino que también edificamos sueños mientras equilibramos múltiples roles. Somos madres, esposas, estudiantes, empleadas, jefas de hogar y, sobre todo, somos luchadoras incansables.
Emprender no es solo una cuestión de iniciar un negocio; es desafiar estereotipos, romper barreras y demostrar que sí se puede. Nos levantamos antes que el sol para preparar a nuestros hijos, organizamos nuestro trabajo entre reuniones y tareas escolares, atendemos clientes mientras hacemos malabares con las responsabilidades del hogar. Y aun así, seguimos adelante, con la mirada fija en nuestras metas.
Para muchas de nosotras, el reto es aún mayor: las madres solteras que emprenden deben redoblar esfuerzos, demostrando que la independencia no es solo un deseo, sino una necesidad. Otras combinamos estudios con negocios, confiando en que la educación nos dará más herramientas para crecer. No es fácil, pero lo logramos, porque sabemos que nuestra capacidad de resistir y adaptarnos es nuestra mayor fortaleza.
Nos caemos, nos cansamos, dudamos, pero nunca nos rendimos. Somos resilientes porque aprendemos de cada obstáculo, valientes porque nos atrevemos a soñar en grande, y esforzadas porque entendemos que cada sacrificio nos acerca a la vida que queremos para nosotras y nuestras familias.
El camino del emprendimiento femenino no es sencillo, pero está lleno de historias de éxito construidas con determinación y amor.
“Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos de pie”. Emily Dickinson
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