Londres vive por estos días uno de sus momentos más encantadores del año. Entre mediados de abril y comienzos de mayo, la capital británica se transforma en una galería floral al aire libre gracias a la esperada floración de las glicinas, que tiñen fachadas, puertas y balcones con sus característicos racimos en tonos lavanda y lila.
Estas enredaderas, que cuelgan como racimos de uvas, se convierten en protagonistas del paisaje urbano en barrios como Notting Hill y Kensington, donde turistas y residentes salen a las calles en busca de la mejor postal. Otros rincones recomendados para apreciar este espectáculo natural incluyen los jardines de Bedford y la encantadora esquina de Stafford Terrace.
Aunque la primavera londinense también trae consigo flores como los narcisos y los cerezos, son las glicinas las que despiertan mayor admiración. Su presencia es breve —apenas unas dos semanas— pero intensa, marcando la transición hacia días más cálidos y soleados en la capital inglesa.
Más allá de su belleza, las glicinas simbolizan el cambio de estación y el renacer de la ciudad. Para muchos, este periodo representa la ocasión ideal para recorrer Londres a pie, cámara en mano, y dejarse sorprender por sus calles vestidas de púrpura.
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