En un giro inesperado en su política comercial, el expresidente estadounidense Donald Trump declaró que está dispuesto a reducir los aranceles impuestos a China si ambos países logran llegar a un acuerdo comercial. Durante un discurso en Washington, Trump aseguró que será “muy amable” en las negociaciones y que los aranceles actuales, que han alcanzado un 145 % para productos chinos, “bajarán sustancialmente, pero no serán cero”. Estas declaraciones se dan en medio de un entorno económico incierto y una creciente presión por parte de los mercados financieros.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, reforzó esta visión al calificar la guerra comercial con China como “insostenible” y augurar una posible desescalada. Aunque no existen negociaciones formales en curso, Bessent expresó su optimismo en torno a un posible alivio en las tensiones en los próximos meses. Además, señaló que alcanzar un acuerdo global podría tomar entre dos y tres años, y que cualquier pacto debería incluir un reequilibrio del comercio que favorezca la industria estadounidense. Wall Street reaccionó positivamente a estos comentarios, con un repunte de los mercados tras conocerse el discurso del jefe del Tesoro.
Desde Pekín, la respuesta ha sido cautelosa. Medios chinos interpretaron las palabras de Trump como una señal de flexibilización, aunque el gobierno chino exige señales claras antes de retomar el diálogo, incluyendo el cese de declaraciones despectivas y una postura coherente por parte de Estados Unidos. La situación comercial entre ambas potencias sigue marcada por la desconfianza, pero la disposición de Trump a renegociar podría marcar un nuevo capítulo en las relaciones económicas entre las dos mayores economías del mundo.
