Quemado vivo un soldado en Caquetá mientras Petro le sigue hablando de paz a los violentos Mientras el presidente Gustavo Petro sigue hablando de paz total, los colombianos siguen enterrando a sus soldados y policías. Esta vez, la víctima fue el sargento viceprimero Carlos Andrés Cisneros Maigual, un suboficial del Ejército Nacional que fue quemado …
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Queman vivo a un militar al interior de un Bus en el Caquetá

Quemado vivo un soldado en Caquetá mientras Petro le sigue hablando de paz a los violentos
Mientras el presidente Gustavo Petro sigue hablando de paz total, los colombianos siguen enterrando a sus soldados y policías. Esta vez, la víctima fue el sargento viceprimero Carlos Andrés Cisneros Maigual, un suboficial del Ejército Nacional que fue quemado vivo dentro de un bus incinerado por hombres armados en la vía entre Puerto Rico y San Vicente del Caguán, en Caquetá.
El crimen fue tan cruel como revelador. Los atacantes —dos sujetos en moto— interceptaron el bus de la empresa Cootranscaquetá, obligaron a los pasajeros a bajarse y le prendieron fuego al vehículo. Dentro quedó atrapado el sargento Cisneros, quien —según versiones preliminares— se refugió en el baño intentando escapar de una muerte segura. No lo logró. Murió calcinado, en uno de los actos más salvajes cometidos en los últimos meses.
Y mientras esto ocurre, el presidente Petro mantiene su política de concesiones, mesas de diálogo y abrazos para los criminales. Una paz total que en la práctica se ha convertido en impunidad total. Los violentos no solo no cesan sus ataques: los intensifican. Cada semana hay un nuevo atentado, una nueva víctima, otro uniforme manchado de sangre, otro hogar militar enlutado.
Las autoridades, como de costumbre, prometen investigaciones, consejos de seguridad y recompensas. Pero la realidad no cambia. Los grupos armados tienen el control de las carreteras, siembran el terror y asesinan con absoluta sevicia. Y lo hacen mientras el Gobierno insiste en tratarlos como actores políticos, no como lo que son: terroristas.
La muerte del sargento Cisneros —abrasado por las llamas mientras el Estado le daba la espalda— es un símbolo doloroso de lo que está ocurriendo en Colombia. Una paz firmada sobre los cadáveres de quienes sí juraron defender la nación. Una paz unilateral que solo beneficia a quienes portan fusiles, siembran minas y ahora también, queman vivos a nuestros soldados.
¿Hasta cuándo Petro seguirá mirando hacia otro lado? ¿Cuántos muertos más necesita esta paz total para que alguien en el Gobierno reaccione?
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