La música no solo se escucha, también se siente. Así lo demuestra una serie de investigaciones publicadas en Nature Reviews Neuroscience, que revelan cómo el cuerpo humano es capaz de percibir vibraciones musicales a través de receptores sensoriales en la piel, los músculos y el sistema nervioso profundo. Uno de los hallazgos clave es que los corpúsculos de Pacini, ubicados bajo la piel, detectan frecuencias musicales que son procesadas directamente por la corteza somatosensorial, sin pasar por el oído.
Este fenómeno explicaría por qué muchas personas sienten físicamente la música en conciertos o incluso en ausencia de audición, como sucede en casos de hipoacusia. Pero los efectos van más allá del cuerpo: la llamada Teoría de Resonancia Neural (NRT) plantea que el cerebro literalmente sincroniza su actividad con la música, involucrando áreas relacionadas con el movimiento, la emoción y la memoria. Esto justificaría por qué ciertas canciones pueden hacernos bailar, recordar momentos específicos o generar respuestas emocionales intensas.
En conjunto, estos avances científicos validan lo que artistas y oyentes han intuido desde siempre: la música es una experiencia multisensorial que trasciende el oído. Sentir una melodía es, en realidad, una respuesta integrada del cuerpo y el cerebro, una especie de sinfonía interna que activa desde los nervios de la piel hasta las memorias más profundas.
