Brasil enfrenta una creciente tensión diplomática con Estados Unidos tras el anuncio del presidente Donald Trump de imponer aranceles del 50% a las importaciones brasileñas, a partir de agosto. La medida ha generado indignación en Brasil no solo por su impacto económico, sino por el trasfondo político que la acompaña: Trump justificó la decisión como una represalia por el proceso judicial que enfrenta el expresidente Jair Bolsonaro, acusado de intento de golpe de Estado. “¡Dejen en paz a Bolsonaro!”, escribió el mandatario estadounidense en su red social Truth Social.
El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva reaccionó con contundencia al calificar la medida como una “afrenta” a la soberanía nacional. En un mensaje publicado en la red X, Lula reafirmó que Brasil no acepta intromisiones en sus asuntos internos y anunció que responderá con medidas recíprocas. “Toda subida unilateral de aranceles será respondida aplicando el principio de reciprocidad económica”, advirtió. Además, defendió la independencia del poder judicial brasileño, encargado del juicio contra Bolsonaro, quien celebró el respaldo de Trump y reiteró que es víctima de persecución política.
Analistas internacionales señalan que la decisión de Trump marca un precedente inusual en política exterior, utilizando los aranceles como instrumento de presión política en un asunto interno de otro país. El politólogo Leonardo Paz Neves calificó la medida como “una inaceptable interferencia” y advirtió que incluso sectores conservadores brasileños podrían cerrar filas con Lula frente a esta presión externa. Mientras el proceso judicial contra Bolsonaro sigue su curso —con un posible veredicto en septiembre— la relación bilateral entre Brasil y Estados Unidos se encuentra en su momento más delicado en años.
