Por José Carlos Negrete Soy padre de Nicolás un niño extraordinario. Desde muy temprana edad, algunos han querido meter a Nico en el saco del TDAH, Asperger , incluso autismo, o según sea el diagnóstico de moda del momento. Para muchos, basta con que se distraiga, le cueste concentrarse, sea inquieto o hable más tarde …
El cargo Cuando el problema no es tu hijo ; miralo a los ojos antes de ponerle una etiqueta apareció primero en Chicanoticias Noticias Líder en Montería, Córdoba y Colombia.
Cuando el problema no es tu hijo ; miralo a los ojos antes de ponerle una etiqueta

Por José Carlos Negrete
Soy padre de Nicolás un niño extraordinario. Desde muy temprana edad, algunos han querido meter a Nico en el saco del TDAH, Asperger , incluso autismo, o según sea el diagnóstico de moda del momento. Para muchos, basta con que se distraiga, le cueste concentrarse, sea inquieto o hable más tarde de lo esperado para dictaminar sentencia. Pero detrás de cada diagnóstico apresurado hay un niño con sueños, curiosidad y un mundo por descubrir. Lo preocupante es que esas conclusiones suelen llegar de observaciones superficiales y test de papel, sin detenerse a mirar realmente al niño que tienen enfrente.
No escribo esto desde un consultorio ni con un título colgado en la pared, sino desde la experiencia de un padre que observa, registra y analiza con atención cada detalle. Aunque no tengo estudios en medicina o psicología, mi experiencia en el análisis de datos y métricas me ha enseñado que, cuando se trata de nuestros hijos, no basta con aceptar la primera respuesta. Hay que mirar más allá, cuestionar y entender antes de etiquetar. Cada gesto, cada avance y hasta el más mínimo silencio cuentan. En cada uno de ellos, los niños demuestran que su desarrollo no se mide por promedios ni estadísticas impersonales.
En este mismo paquete de diagnósticos exprés entra la absurda creencia de que las vacunas provocan TDAH o autismo. La evidencia científica es contundente: no existe ninguna relación causal entre vacunas y TDAH o autismo (Taylor et al., 2014; CDC, 2020). Y sin embargo, hay quienes prefieren buscar un culpable imaginario antes que invertir tiempo en conocer la historia real de un niño. Todo niño merece que lo aprendan a entender , no que lo encasillen.Y así como las vacunas han sido injustamente señaladas, también hay otros culpables inventados que circulan en la crianza, a veces con igual vehemencia pero con menos lógica aún.
Uno de esos culpables es el azúcar. Lo irónico es que muchos de los que acusan al azúcar son los mismos que, a escondidas, se comen un postre cuando el niño no los ve. Esa incoherencia, comer en secreto lo que prohíbes, no educa: confunde. Además, los estudios de Birch et al. (2003) demuestran que las restricciones injustificadas sobre alimentos aumentan el deseo y la ingesta cuando estos están disponibles. Por eso, en vez de prohibir sin sentido, deberíamos enseñar a los niños a reconocer las señales de hambre y saciedad, algo respaldado por la evidencia.
Si hay algo que realmente puede condicionar de forma negativa el comportamiento de un niño son los gritos y el castigo físico. La AAP (2018) advierte que los gritos y golpes no corrigen conductas a largo plazo, pero sí aumentan la agresividad, el miedo y la desconfianza. Un niño que crece entre gritos aprende a temer, no a confiar; a obedecer por miedo, no por convicción. Nuestros hijos merecen aprender desde el respeto, no desde el miedo.
Tardar en hablar no es TDAH ni autismo. Otra etiqueta que se coloca con demasiada ligereza es la de asociar un retraso en el habla con un diagnóstico permanente. Un niño que tarda en hablar no necesariamente tiene problemas de atención ni un trastorno del espectro autista. Puede ser simplemente que esté construyendo su lenguaje a su propio ritmo, que viva en un hogar bilingüe o que necesite más estimulación (ASHA, 2021). Nico hoy está encontrando su voz, y yo estoy aquí para escucharla.
Mi hijo tiene déficit de atención y de lenguaje, sí. Y eso se trabaja con terapias, estrategias educativas y paciencia. Pero también he visto que no todas las terapeutas miran a un niño como paciente; algunas lo ven como cliente. Cuando una terapia deja de tener como objetivo el bienestar del niño y se convierte en un servicio perpetuo, pierde su esencia (Kazdin, 2008). Además, todo esto impacta emocional, física y económicamente a los padres. Los niños merecen profesionales que lo vean como un ser humano, no como una fuente de ingresos.
Yo crecí en una época donde el azúcar era parte de la vida diaria: una gaseosa con empanada en el recreo, el helado rosado de cucharita en el parque o a la salida del colegio, ese que se derrite tan rápido que uno termina chupándose la mano rapidito antes de que se derritiera lo que aún permanecía en el cono. Y, a pesar de todo eso, aprendí a escuchar mi cuerpo y a autorregularme, sin que nadie me convirtiera en un experimento de control alimentario (Fisher y Birch, 1999). Quiero que mi hijo crezca con esa misma confianza en sí mismo.
Del mismo modo, cuando se etiqueta prematuramente a un niño con TDAH, autismo u otro diagnóstico sin una evaluación rigurosa, se condiciona su identidad y autoestima. El sobrediagnóstico puede llevar a intervenciones innecesarias, medicación sin justificación y estigmatización escolar (Brinkman et al., 2012). Un niño que crece escuchando que “tiene una enfermedad” empieza a creerlo, aunque no sea cierto. Nuestros hijos merecen crecer sin el peso de etiquetas que no le corresponden.
Y si hablamos de niños que sí tienen diagnósticos como TDAH, autismo o Asperger, me atrevo a decir que, en muchos casos, poseen cualidades que los colocan un paso más adelante en la cadena evolutiva. Su sinceridad sin filtros, su capacidad de decir lo que piensan sin las máscaras sociales que los adultos usamos y su forma auténtica de ver el mundo son virtudes que deberíamos aprender a admirar, no a corregir. En lugar de querer moldearlos a un patrón impuesto, deberíamos dejar que esas cualidades brillen. Nicolás me ha enseñado que, a veces, la verdadera inteligencia está en la honestidad y en la forma única de sentir la vida.
He llorado en silencio y me he quebrado en público al hablar de mi hijo. No es bueno comparar, lo sé, pero a veces es inevitable cuando veo a otros niños comportándose de manera aparentemente “más adelantada”. Es un peso que no siempre se dice en voz alta, pero hay que cargarlo en silencio, porque comprendí que cada niño tiene su propio tiempo. Mientras escribo estas líneas, se entristecen mis ojos al pensar en todo lo que ha tenido que enfrentar y en lo injusto que es que el mundo lo mida con reglas que no le pertenecen. Y más injusto aún es que existan miradas que, detrás de una falsa preocupación, buscan encontrar en él una enfermedad para curar.
Lo que sí creo como padre:
1. Diagnósticos serios: solo un equipo profesional competente, con evaluación integral, puede determinar un TDAH, autismo u otro trastorno.
2. Coherencia en casa: si comes un dulce, que tu hijo te vea. No lo conviertas en un secreto vergonzoso.
3. Educación en autorregulación: enseñar hambre y saciedad es más efectivo que prohibir.
4. Evitar etiquetas prematuras: las palabras con las que definimos a un niño pueden marcarle de por vida.
5. No caer en conspiraciones: ni el azúcar moderado, ni las vacunas, son culpables de un diagnóstico que debe hacerse con rigor.
6. Terapias con ética: que busquen resultados y autonomía, no clientes permanentes.
7. Disciplina sin violencia: los gritos y golpes no educan, hieren.
8. Datos y evidencia antes que opiniones: observar, medir y contrastar antes de señalar.
9. Entender que un niño inquieto y juguetón también es un niño sano, no un paciente en espera de diagnóstico.
Todo niño merece un mundo que lo celebre tal como es. necesitan confianza, acompañamiento y herramientas, no etiquetas rápidas ni culpables inventados. El verdadero riesgo está en los convencionalismos absurdos que diagnostican con prisas, educan con miedo y corrigen con gritos. Quiero que Nico crezca con la certeza de que su valor no se mide en etiquetas, sino en su capacidad para aprender, amar y disfrutar de la vida. Mi hijo es, y siempre será, mi mayor orgullo.
“Un diagnóstico apresurado, una prohibición absurda y un grito injusto tienen algo en común: ninguna mira realmente al niño que tienes enfrente.”
José Carlos Negrete E.
¿Tienes historias sobre Montería?
Comparte tus experiencias o perspectivas únicas en forma de historias y forma parte de nuestra narrativa, únete a nuestro equipo de creadores de contenido y contribuye a dar forma nuestra cultura raizal.