La Condición Humana: Entre la Acción, la Ética y la Libertad

Por :CARLOS ANDRÉS RODRÍGUEZ MONTH Ingeniero Agroindustrial Msg Gobierno del Territorio y Gestión Pública Esp Gerencia de la Hacienda Pública Esp Gerencia de Proyectos Esp Gobierno del Territorio y Gestión pública La condición humana es un terreno complejo donde convergen nuestra capacidad de actuar, nuestra responsabilidad ética y nuestra libertad radical. Pensadoras como Hannah Arendt, …
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Por :CARLOS ANDRÉS RODRÍGUEZ MONTH

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Ingeniero Agroindustrial
Msg Gobierno del Territorio y Gestión Pública
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La condición humana es un terreno complejo donde convergen nuestra capacidad de actuar, nuestra responsabilidad ética y nuestra libertad radical. Pensadoras como Hannah Arendt, Adela Cortina y Jean-Paul Sartre han explorado esta experiencia desde ángulos distintos, revelando tanto su potencial como sus abismos. Ser humano implica habitar un mundo de posibilidades, pero también enfrentar las tensiones de nuestra existencia: somos creadores de sentido en un universo que no siempre lo ofrece.

Hannah Arendt, en su obra La condición humana, sitúa la acción como el núcleo de lo que nos define. Para ella, no basta con existir o sobrevivir; lo humano se manifiesta cuando actuamos en el espacio público, cuando nuestras palabras y acciones revelan quiénes somos ante los demás. Esta capacidad de iniciar algo nuevo, de romper con lo predecible, es lo que nos distingue. Sin embargo, Arendt advierte que esta libertad está en riesgo en un mundo dominado por la rutina y el consumo, donde la acción se reduce a mera función. Ser humano, entonces, es un desafío: exige participar activamente en la pluralidad, asumiendo la imprevisibilidad que ello conlleva.

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Adela Cortina, por su parte, aporta una dimensión ética a esta reflexión. En su filosofía de la “ética de la razón cordial”, subraya que la condición humana no se agota en la acción individual, sino que se teje en nuestra interdependencia. Somos seres vulnerables que necesitamos reconocimiento mutuo para florecer.

Para Cortina, la justicia y la compasión son imperativos porque responden a la esencia misma de nuestra condición humana. Somos frágiles, vulnerables al dolor, la pobreza o la exclusión, y esta fragilidad nos hace interdependientes. Nadie puede vivir plenamente aislado, y por eso la justicia no es un lujo o una elección, sino una necesidad estructural: es lo que permite que cada persona tenga un lugar digno en el mundo. En sus términos, la justicia es el “mínimo ético” que garantiza que nadie sea tratado como un medio, sino como un fin.

Jean-Paul Sartre, en cambio, nos confronta con la radicalidad de nuestra libertad. En El existencialismo es un humanismo, afirma que “estamos condenados a ser libres”, una sentencia que encapsula la carga de la condición humana. No hay esencia previa que nos determine; somos nosotros quienes, mediante nuestras elecciones, damos forma a lo que significa ser humano. Pero esta libertad viene acompañada de angustia, pues, como señala Sartre, “el infierno son los otros”: dependemos de sus miradas para afirmarnos, y a la vez nos limitan. La existencia, para él, es un proyecto sin guion, donde el sentido no está dado, sino que debe ser inventado.

Estos tres enfoques convergen en una idea central: la condición humana es un equilibrio entre lo que somos y lo que hacemos. Arendt nos llama a actuar, Cortina cuidar y Sartre asumir nuestra libertad. Juntos, dibujan un retrato de una humanidad que oscila entre la grandeza de sus posibilidades y la fragilidad de sus límites. Ser humano es, en última instancia, un acto de creación constante, un esfuerzo por encontrar significado en un mundo que nos desafía a cada paso.

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