#Opinión I Por Orlando Benítez Quintero* “Intentaron asesinar a la ministra Rusinque con un dulce de coco en Montería”. Así, sin anestesia, titularon algunos medios nacionales. Y aunque suene a trama de novela macondiana, lo cierto es que esa frase —absurda, exagerada y viral— terminó hiriendo la reputación de uno de los símbolos más queridos …
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Montería no envenena, endulza

#Opinión I Por Orlando Benítez Quintero*
“Intentaron asesinar a la ministra Rusinque con un dulce de coco en Montería”. Así, sin anestesia, titularon algunos medios nacionales. Y aunque suene a trama de novela macondiana, lo cierto es que esa frase —absurda, exagerada y viral— terminó hiriendo la reputación de uno de los símbolos más queridos de la Semana Santa en Córdoba: el Festival del Dulce de Montería.
La ministra (e) de Comercio denunció un presunto intento de envenenamiento. La clínica evaluó y desmintió. La Fiscalía investiga. Mientras tanto, el daño está hecho. Una tradición que genera cultura, turismo y —dato no menor— ingresos este año cercanos a los 900 millones de pesos para dulceros, emprendedores y la economía local, quedó marcada por la sombra de la sospecha.
Lo evidencié un día antes de cerrar el festival, cuando escuché a dos señores en una esquina del parque Simón Bolívar: “¿Supiste que los dulces están envenenados?”, dijo uno, señalando hacia los toldos del festival. Eso es lo que queda cuando el ruido mediático se impone sobre la verdad.
En comunicación, esto se llama crisis reputacional. Pero también puede ser, si se gestiona bien, una oportunidad. Marcas como Domino’s en México, con su “No es pizza, es Domino’s”, o Netflix con los memes de “La caída de su servidor”, han sabido convertir críticas o rumores en campañas virales que fortalecen su vínculo con el público. ¿Por qué no? Esta podría ser la excusa perfecta para volver el festival aún más visible, crear una narrativa de orgullo y sabor, y proteger a quienes, por generaciones, han endulzado nuestra memoria colectiva. Se me ocurren ideas no tan buenas de campañas como “El dulce que salva y no mata”, “Montería no envenena, enamora”, o cualquier otra cosa mejor para darle la vuelta al episodio y convertir el escándalo en oportunidad.
Al final, esto no se trata solo de dulces ni de titulares. Se trata de dejar de lado los egos y las trincheras políticas, y entender que la ciudad y el país se construye desde lo que nos une, no desde lo que nos separa. Que el dulce de coco y el mongo mongo son para saborearlos, no para enemistarnos.
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