Olor a tinta y café

Hay aromas que no quiero olvidar. Así lo canta Fito Páez en Brillante sobre el mic, y yo lo suscribo por completo. Porque existen olores que no se borran: el del café recién colado y el de la tinta fresca del periódico en la mañana. También hay sonidos inolvidables: el golpeteo de una máquina de …
El cargo Olor a tinta y café apareció primero en Chicanoticias Noticias Líder en Montería, Córdoba y Colombia.

Hay aromas que no quiero olvidar. Así lo canta Fito Páez en Brillante sobre el mic, y yo lo suscribo por completo. Porque existen olores que no se borran: el del café recién colado y el de la tinta fresca del periódico en la mañana. También hay sonidos inolvidables: el golpeteo de una máquina de escribir, el crujido del papel y el zumbido inconfundible del dial AM mientras se busca la emisora.

Publicidad

Visité redacciones desde niño. Lugares donde el caos tenía ritmo, las teclas construían noticias en sincronía, y el olor a tinta se mezclaba con el que emanaba del cafetín y con las carreras de la hora de cierre. Era un ambiente ruidoso, sí, pero lleno de vida. De sensaciones que siguen intactas.

Esta semana, un amigo y colega, Iván Potes —compañero de faenas periodísticas en El Meridiano— escribió algo que me llevó a este tema con nostalgia: “Años sin sentir lo que era tener un periódico en mis manos, es como si estuviese encontrando un ejemplar de una especie amenazada”. Me uno a su comentario ilustrado en Facebook. No solo por esa emoción de leer en papel, sino por lo que evocan otros rituales mediáticos que, para los de esta época, podrían parecer aburridos: escuchar radio en un transistor o en el carro, esperar la hora exacta del noticiero o de un programa en televisión, sin opción de pausa. Porque antes, estimados jóvenes, la vida mediática tenía horarios; ahora vivimos en la era del streaming, del “cuando yo quiera”.

Entre pantallas y algoritmos, aún sobreviven actos de resistencia: comprar el periódico del día —y hasta pagar suscripciones en papel—, girar el dial de un radio, ver el noticiero o la novela sin adelantar ni detener. Más allá del contenido o del formato, es la experiencia lo que nos conecta con buenos momentos del pasado reciente.

Publicidad

Lo mismo ocurre con los libros. Podrán existir mil dispositivos digitales, pero ninguno reemplaza la hoja rayada con una dedicatoria, el separador olvidado, la página subrayada o el olor del papel.

Como decía Gabo: “Una noticia no es noticia hasta que no aparece en el periódico.” Y Gossaín: “No hay nada más hermoso que el sonido de una rotativa cuando empieza a rodar.” Quizás suene romántico, pero son cosas que muchos de mi generación entenderán: esa gente que conoció el disquete, el CD-ROM, el casete enrollado con un Kilométrico, el retroproyector con filminas. Somos privilegiados de vivir esta transición de eras, quienes escuchamos el Tour de Francia por radio y hoy lo vemos en vivo desde un teléfono. Sin renegar de la memoria ni del presente, nos adaptamos a estas nuevas formas de informarnos y entretenernos, sin dejar de percibir los aromas impresos en nuestra alma.

Jefe de programa de Comunicación Social-Unisinú

  


¿Tienes historias sobre Montería?

Comparte tus experiencias o perspectivas únicas en forma de historias y forma parte de nuestra narrativa, únete a nuestro equipo de creadores de contenido y contribuye a dar forma nuestra cultura raizal.