El show populista de Gustavo Petro avanza a toda marcha pero lo que nadie quiere admitir es que la cuenta ya está llegando. Y no es una factura cualquiera: es una deuda colosal que acabará estrangulando la economía, dejando a generaciones enteras pagando por el delirio ideológico, impulsivo y populista de un presidente que cree …
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“Populismo barato”: ¿Cuánto nos cuesta realmente el show de Petro?

El show populista de Gustavo Petro avanza a toda marcha pero lo que nadie quiere admitir es que la cuenta ya está llegando. Y no es una factura cualquiera: es una deuda colosal que acabará estrangulando la economía, dejando a generaciones enteras pagando por el delirio ideológico, impulsivo y populista de un presidente que cree que el dinero crece en los árboles. Mientras Petro reparte subsidios a diestra y siniestra, las finanzas públicas agonizan, las empresas huyen y el país entero se encamina hacia el desastre.
Desde el día que el populista y demagogo Gustavo Petro se posesionó, se activó la bomba de tiempo: gasto público sin control, reformas suicidas y una política fiscal que ni el más irresponsable de los economistas defendería. El déficit fiscal se disparó y la deuda pública ya supera el 60% del PIB. El gobierno está pidiendo prestado a niveles insostenibles, aumentando la carga de intereses que, tarde o temprano, nos pasará factura.
Cuando pareciera que todo está dado, la pesadilla continúa. Petro insiste en su reforma laboral, un proyecto diseñado para hacer que contratar empleados en Colombia sea un deporte extremo. Las voces de los expertos advierten que si se aprueba, el país perdería cerca de 698.000 empleos antes de 2030. Pero eso es apenas la punta del iceberg. La Andi advierte que, en conjunto con las reformas laboral, pensional y de salud, Colombia podría ver desaparecer más de 2,7 millones de empleos para 2050. Es decir, Petro no solo va a destruir el presente, sino que dejará a futuras generaciones sin oportunidades.
Querido lector, y si lo anterior no le parece suficiente, hablemos de la reforma pensional, el mayor atraco fiscal de la historia reciente. Petro quiere que el Estado se haga cargo de prácticamente todas las pensiones, lo que elevaría el gasto público a niveles insostenibles. El Comité Autónomo de la Regla Fiscal (Carf) ya advirtió que solo el pilar solidario costará 4,8 billones de pesos anuales (0,3% del PIB), pero el impacto del pilar semicontributivo podría llevar la carga fiscal hasta el 0,8% del PIB en 2065. Y eso sin contar el pilar contributivo, que terminará de quebrar las finanzas públicas.
Ahora bien, cualquier país con un mínimo de sensatez económica trataría de corregir el rumbo, pero en Colombia tenemos a un presidente que cree que administrar el país es igual que hacer campaña. Petro no tolera la disciplina fiscal y eso quedó claro cuando destituyó a su ministro de Hacienda, Diego Guevara, por proponer un recorte presupuestario de 37 billones de pesos para intentar contener el desastre. ¿Su reemplazo? Germán Ávila, un economista sin experiencia en gestión fiscal, pero con un mérito insuperable: decirle “SÍ” a todo lo que Petro ordene. La única certeza con este cambio es que el gasto público seguirá descontrolado y el déficit se seguirá disparando.
Y si alguien aún se pregunta por qué todo está más caro, la respuesta está en el modelo económico populista que Petro insiste en imponer. La inflación sigue golpeando el bolsillo de los colombianos, la devaluación del peso hace que todo lo importado se encarezca y el costo de vida sube mientras los salarios se estancan. ¿Y la solución del gobierno? Más gasto, más impuestos, más intervención estatal, más socialismo trasnochado que solo ha llevado al fracaso a cada país que lo ha intentado.
El sector privado, por su parte, está en estado de emergencia. Las empresas están paralizando inversiones, algunas están cerrando operaciones y otras simplemente están saliendo del país. El panorama es desolador: impuestos asfixiantes, reglas laborales inviables y un clima de incertidumbre que hace imposible proyectar el futuro. En pocas palabras, Petro no solo está matando la economía, sino que lo está haciendo a plena luz del día y con una sonrisa en la cara.
Este es el costo del populismo: una economía colapsada, un país más endeudado que nunca y una sociedad atrapada en un modelo insostenible. Petro sigue vendiendo la ilusión de un Estado omnipotente que todo lo da, la realidad es que Colombia se está hundiendo en una crisis que, cuando estalle, nos hará pagar el precio más alto. Y cuando eso pase, Petro y su séquito de aduladores ya no estarán para responder. Porque ese es el truco del populismo: ellos se van y dejan la ruina, pero la factura la terminamos pagando todos.
¿POPULISMO? SÍ, ¿BARATO? ¡NO!
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