por: Albeiro Manuel Cabrales Martínez
En el evangelio según San Mateo 5, 38-48, en el contexto de las Bienaventuranzas, vemos a Jesucristo ejerciendo su sabia labor de maestro, enseñando la actitud de la humildad y sencillez en la cotidianidad de la vida. Estas enseñanzas son perfectamente aplicables al mundo empresarial, dado que la constante exigencia laboral por los grandes retos y objetivos que deben cumplir las empresas, conllevan la imperiosa necesidad de una respuesta efectiva por parte de cada uno de los integrantes de las empresas. La concreción de objetivos empresariales, en muchos casos demanda de cada colaborador no solo dar el 100%, sino que en muchas ocasiones se debe dar muchísimo más, y para alguien esto puede sonar como una forma de explotación laboral, pero lo cierto es que, en muchos casos, la realidad lo exige y lo demanda. En efecto, si la empresa pide cumplir el 100% del logro de un objetivo, es del ámbito de la excelencia cumplir más del 100% y llevar a la empresa a niveles superlativos de cumplimiento y logro. Y para llegar a niveles de cumplimiento por encima de los exigidos por las empresas, se requiere una buena dosis de humildad personal, entendida en el presente contexto como la capacidad del ser humano de afrontar las circunstancias que presenta la vida de forma plena y satisfactoria y sin resistirse, de manera que dichas circunstancias se enfrenten con gallardía y valentía. ¡Si te piden llegar al punto 100, esfuérzate y llega al punto 150!
De otro lado, en las diversas formas de interrelación interpersonal se nos habla de la importancia de la empatía, definida como la capacidad que tiene una persona de comprender las emociones y sentimientos de los demás. Es normal que en el día a día empresarial encontremos a personas que piensan, hablan y actúan muy diferente a como lo hace cada uno en su particularidad, y de igual forma encontramos personas que piensan, hablan y actúan de forma muy similar a nuestros esquemas mentales y de vida. Y cuando nos encontramos en esta dicotomía, de forma automática nuestro ser integral se identifica con el otro con el que tenemos similitudes, y consciente e inconscientemente nos alejamos de quienes distan de nuestra forma y esquema de vida.
En términos empresariales, no debemos temerle a una sana diversidad en cuanto a formas de pensar, hablar y actuar. En muchos casos la diversidad es sinónimo de riqueza, abundancia y prosperidad, porque la diversidad puede ofrecer interesantes formas y nuevos caminos para el logro de objetivos. La diversidad es una poderosa arma para innovar, porque precisamente innovar es encontrar nuevas y mejores formas y escenarios para hacer las cosas.
La diversidad es un muy buen camino para llegar a la disrupción, y llegar a la disrupción es un estado a la que muchas empresas desean y deberían llegar, porque la exigente dinámica de los mercados lo exige, y los consumidores al adquirir determinado producto o servicio, desean fervientemente vivir experiencias que superen sus expectativas iniciales. Actuar así, es una muy sabia forma de actuar en la vida con sencillez; sin pretensiones, sin juzgar, valorando al otro en su diversidad y viendo en el otro todo su talento y potencial. ¡Si en el camino de la vida te encuentras a alguien que es muy diferente a ti, no lo excluyas, acércate a él y dale y date la oportunidad de escuchar sus planteamientos de vida, quizás te llevas una sorpresa y te puede aportar la solución que tanto estás esperando!
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