Javier De La Hoz Rivero
Cuando la presión ESG alcance al fútbol; un desafío ambiental que se avecina

El Bayern de Múnich ilumina el Allianz Arena al 100% con energía renovable y publica su desempeño ambiental alineado a estándares internacionales; la Juventus, desde 2013 reporta bajo el Global Reporting Initiative (GRI) las emisiones de su estadio y el impacto ambiental de cada partido, El FC Barcelona de España ha incorporado en su “Espai Barca” sistemas avanzados de eficiencia energética y reducción de consumo de agua, mientras el PSG Frances presenta reportes periódicos con compromisos de carbono neutralidad, pese a críticas recientes por su huella en vuelos privados, así mismo Clubes como Ajax, Arsenal, Tottenham y el Real Betis han comenzado también a integrar la sostenibilidad ambiental en sus reportes anuales, mostrando avances en gestión de residuos, reducción de emisiones y uso de energías limpias.
Esta es la nueva normalidad para los gigantes del fútbol europeo: la sostenibilidad ambiental ya no es un valor agregado, sino una exigencia inscrita en las políticas corporativas más rigurosas y bajo un marco normativo que avanza rápidamente.
Hasta hace pocos años, parecía improbable que la industria del fútbol; tan dinámica y con marcos regulatorios propios se viera afectada por regulaciones ambientales típicas de sectores como la energía o industria extractiva, no obstante; hoy la Unión Europea ha extendido su normativa de sostenibilidad a todas las industrias sin excepción, incluyendo al deporte y el entretenimiento.
Directivas como la CSRD (Corporate Sustainability Reporting Directive) y la CSDDD (Corporate Sustainability Due Diligence Directive) han establecido un estándar vinculante: los clubes europeos están obligados no solo a gestionar la sostenibilidad de sus operaciones internas, sino también a garantizar que toda su cadena de valor incluyendo academias, clubes formadores, acuerdos comerciales y patrocinios en América Latina, cumplan con estándares ambientales rigurosos.
Por ejemplo, la CSRD exige que las grandes empresas (incluidos los clubes deportivos) publiquen reportes detallados sobre su modelo de negocio, políticas ambientales y gestión de riesgos; mientras que la CSDDD impone la obligación de llevar a cabo diligencia debida sobre impactos adversos ambientales y sociales en toda la cadena de suministro y relación contractual.
Esto significa que cada vez que un club europeo ficha a un jugador, firma un patrocinio o establece un acuerdo comercial con un actor de nuestra región, esa operación se convierte en un eslabón visible en la cadena de sostenibilidad del fútbol global, la debida diligencia ambiental ya no es un complemento reputacional, sin duda hoy ya es una exigencia jurídica que impacta directamente la continuidad de relaciones comerciales y deportivas.
Aunque estas nuevas regulaciones ambientales son recientes, el principio de diligencia debida no es ajeno al derecho deportivo, por ejemplo el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) dejó sentado, en el caso CAS 2020/A/7241 Club Al Nasr FC v. Abubakir Muydinov, que los clubes están obligados a actuar con la máxima diligencia antes de contratar a un jugador, realizando todas las verificaciones necesarias y asumiendo la responsabilidad por cualquier incumplimiento, si bien ese precedente se centró en aspectos reglamentarios deportivos, el principio jurídico es claro: la diligencia debida abarca la verificación integral del cumplimiento legal de cada operación relevante, y hoy este concepto se amplía al ámbito ambiental y social.
Por su parte, la FIFA ha construido un marco sólido en sostenibilidad, especialmente en lo relativo a gobernanza, medio ambiente y derechos humanos. Aunque no existe aún un mandato FIFA específico que imponga requisitos ambientales vinculantes en las transferencias de jugadores, las políticas globales reflejan una tendencia clara hacia la responsabilidad ampliada, la adhesión de la FIFA al Marco de Acción Climática para el Deporte de Naciones Unidas y sus compromisos expresados en eventos como la Copa Mundial Catar 2022 demuestran que la sostenibilidad está adquiriendo un peso estratégico dentro del fútbol global, y es previsible que las obligaciones ambientales se profundicen en los próximos ciclos regulatorios.
Estas bases consolidan una realidad: la diligencia debida ya no es un mero trámite documental, sino un principio transversal que extiende su alcance a todas las dimensiones jurídicas del fútbol profesional.
En ese orden de ideas y aunque en América Latina no existe aún una exigencia formal que obligue a los clubes y academias a cumplir con estos estándares europeos, la presión es creciente y concreta. La experiencia de otros sectores demuestra que lo que hoy parece lejano puede convertirse en una condición ineludible en corto plazo, los clubes y academias que quieran seguir siendo competitivos y atractivos para el mercado europeo deberán fortalecer sus estructuras; implementar políticas de sostenibilidad robustas, formalizar sus prácticas ambientales y documentarlas de manera verificable y auditable, esta brecha podría convertirse rápidamente en una barrera de acceso si no se aborda con visión estratégica.
Este proceso no solo implica riesgos, también representa una oportunidad para que los clubes y actores latinoamericanos que adopten estándares tempranamente se posicionen como líderes sostenibles en la región, ganando ventajas competitivas, seguridad jurídica y visibilidad internacional a mediano y largo plazo, y por ende ser más atractivos para sponsors globales.
Además, no solo las academias y clubes formadores estarán bajo escrutinio: los acuerdos de patrocinio, contratos de infraestructura y cualquier vínculo comercial relevante también deberán cumplir estos estándares ambientales, ampliando el alcance de la diligencia debida y elevando la exposición jurídica de todos los actores involucrados.
Lo que se ven en el horizonte para la industria del futbol es un fenómeno repetido en otras regulaciones que inicialmente parecían inaplicables y que hoy día se han convertido en verdaderas barreras para acceder y mantenerse en los mercados internacionales; la sostenibilidad ha dejado de ser un compromiso voluntario para transformarse en un mandato regulatorio que impacta la cadena de valor completa del fútbol global.
La anticipación no es solo estratégica; es jurídica y esencial para garantizar la permanencia en los mercados más exigentes del mundo.
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