El tropiezo climático de Adidas; cuando el compliance ambiental y climático se vuelve ineludible

Javier De La Hoz Rivero
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Adidas promete ser “climáticamente neutral para 2050”, pero un tribunal alemán ha dicho basta!!!. Sin planes claros ni trazabilidad en sus acciones, la marca deportiva fue obligada a retirar esa afirmación de su publicidad, la sentencia es contundente: no se puede hablar de sostenibilidad sin demostrar cómo, cuándo y con qué mecanismos,con esto, el compliance ambiental y climático deja de ser un eslogan corporativo para convertirse en un estándar jurídico exigible.

La decisión del Tribunal Regional de Núremberg-Fürth representa un cambio de paradigma;  las promesas ambientales sin sustento verificable ya no son tolerables, lo que estaba en juego no era la acción ambiental de la empresa en sí, sino su capacidad para probar lo que dice. El fallo se centró en la afirmación de que Adidas sería neutral en carbono para 2050, una meta ambiciosa, pero carente de explicaciones concretas sobre cómo sería alcanzada, ni reducciones reales, ni compensaciones claramente identificadas, el tribunal consideró que este tipo de lenguaje crea una expectativa legítima en los consumidores y, si no está debidamente sustentado, puede constituir publicidad engañosa y una ventaja competitiva desleal.

Durante años, la narrativa ambiental habitó cómodamente el terreno del marketing: frases inspiradoras, metas lejanas y compromisos vagos, rara vez sustentados en planes de acción medibles. Pero el entorno ha cambiado, la sostenibilidad ha dejado de ser solo un valor reputacional; ahora es una obligación de cumplimiento. El compliance climático no es solo un deber ético: es un sistema normativo que exige precisión, responsabilidad y veracidad, significa alinear los discursos empresariales con evidencias tangibles, y adoptar estándares técnicos auditables que puedan demostrar avances reales en descarbonización, biodiversidad, relaciones comunitarias o uso del suelo.

Este no es un fenómeno aislado, en Colombia, por ejemplo, la Superintendencia Financiera publicó recientemente el Proyecto de Circular Externa 04 de 2025, que obliga a todas las entidades vigiladas; como bancos, aseguradoras y fiduciarias a incorporar los riesgos ambientales y sociales en sus sistemas de gestión de riesgos. Este proyecto exige que las entidades identifiquen, midan, controlen y reporten públicamente su exposición a estos riesgos, incluyendo factores relacionados con el cambio climático. Y no se trata de recomendaciones blandas: el documento se alinea con marcos como el TCFD (Task Force on Climate-related Financial Disclosures) y las nuevas normas de sostenibilidad financiera.

En otras palabras, Colombia ya está dando el paso regulatorio. Ya no basta con tener una política de sostenibilidad o con incluir indicadores dispersos en los informes anuales, ahora se exige trazabilidad real, integración en la estrategia corporativa y participación activa del gobierno corporativo en la gestión climática. El mensaje es claro: la sostenibilidad debe salir del discurso y entrar en la contabilidad de riesgos y en la evidencia documental.

Y eso es, justamente, lo que el caso Adidas pone sobre la mesa, la sostenibilidad mal entendida puede convertirse en un riesgo jurídico, no solo reputacional. Las marcas que comuniquen sin poder probar lo que dicen se exponen a litigios, sanciones y pérdida de confianza; la diferencia ya no está en quién promete más, sino en quién puede demostrar lo que promete.

El futuro del compliance ambiental y climático ya no es una opción ni una moda, es una dimensión estratégica del gobierno corporativo. Y como lo demuestra este fallo en Alemania, el derecho comienza a exigirle a las ambiciones climáticas  lo mismo que le exige al mercado: transparencia, responsabilidad y coherencia.

En este nuevo contexto, decir sin hacer, o hacer sin demostrar, ya no es viable, porque en sostenibilidad, las palabras sin pruebas empiezan a costar, y muy  caro.

  


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