Por Carlos Ordosgoitia Sanin
La traición de Afinia al Caribe

En el Caribe la luz que debería iluminar nuestras casas se ha convertido en un símbolo de desesperanza. La elevada y creciente tarifa de energía no solo es un golpe duro a la economía de las familias más vulnerables, sino que también es un foco que promueve la pobreza y alienta la violencia y el descontento social.
La indolencia del Gobierno frente a esta situación es inaceptable. Mientras la gente se esfuerza por pagar tarifas exorbitantes, el costo real de su bienestar se ignora, y la pobreza se convierte en un ciclo interminable que aplasta las esperanzas de más de 12 millones de habitantes del Caribe.
Hemos escuchado promesas vacías en las mesas de trabajo en las que el Gobierno y Afinia se comprometen a hallar soluciones para la crisis energética. Sin embargo, la única realidad palpable es el incremento constante en las tarifas de energía, que ha llevado a los estratos 1 y 2 a lidiar con recibos que superan los 300.000 pesos. ¿Cómo es posible que más de 8 millones de colombianos en el Caribe, pertenecientes a estos estratos, deban cargar con tal peso sobre sus hombros?
Es evidente que Afinia ha resultado ser peor que la enfermedad que significaba Electricaribe. En lugar de mejorar la calidad del servicio, se han impuesto soluciones que parecen ignorar el estallido social que se avecina por la indignación acumulada de los ciudadanos. No se puede jugar con la paciencia de una región que trabaja arduamente para salir adelante, la que ahora enfrenta un apagón de esperanza ante la falta de respuestas concretas.
El costo de la electricidad no solo afecta la economía familiar; también limita nuestra competitividad. El Caribe, con su potencial para el comercio, el emprendimiento y la creación de nuevas industrias, se encuentra estancado debido a un servicio esencial que se ha vuelto inalcanzable. Esta situación no solo es injusta, sino que es una ofensa a la dignidad de millones de colombianos que merecen un trato equitativo al que disfrutan otras regiones del país.
La hora de actuar es ahora. Exigimos una solución urgente y definitiva que no solo acabe con el abuso de tarifas, sino que restaure la confianza en las instituciones que deben velar por el bienestar de todos.
El Caribe necesita una estrategia que equilibre el acceso a la energía, promoviendo la justicia social y la equidad. Es tiempo que las autoridades escuchen el clamor de una región cansada de promesas vacías. La luz no es un lujo, sino un derecho para todos. ¡Basta ya de mirar hacia otro lado!
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