Mario Sánchez Arteaga
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Pueblito Cordobés: epicentro de cultura y turismo

En medio de los vestigios caniculares que el sol afianzaba con sevicia, el maestro Julio Castillo hizo sonar los últimos acordes del famoso porro “La Lorenza” con su saxofón para dar por terminado un conversatorio titulado “Saberes y sabores del porro”, junto al periodista y escritor Alfonso Hamburguer, el Etnomusicólogo William Puche y mi persona. Una amena y divertida tertulia ante un masivo público, donde se hizo un recorrido desde los orígenes de este ritmo musical hasta los tiempos actuales. El maestro Julio iba recreando con las melodías más representativas de los porros Sabaneros y Sinuanos, mientras los demás aportaban tesis, anécdotas y hallazgos donde quedó claro una vez más que la cuna del Porro no es atribuible a ninguna población específica, es del Caribe Colombiano.
Acabado el conversatorio en el marco de la Feria Nacional de la Ganadería, donde la Universidad Pontifica Bolivariana lo organizó junto a la Gobernación de Córdoba en la Carpa Académica de dicho claustro universitario.
Bajamos a degustar un suculento mote de queso con guarapo de panela hecho con buen limón, ahí continuamos la tertulia de muchos temas que abarcan el universo musical de nuestra región. El maestro Julio hablaba mientras los dedos de la mano se le movían como simulando tocar el saxo. Hamburguer, nativo de San Jacinto, Bolívar, pero residente en la ciudad de Sincelejo, no escatimaba en elogios al desarrollo cultural de la capital de los cordobeses. Fue cuando le dije —Reposémonos el almuerzo para ir a la última maravilla de la perla del Sinú: El pueblito cordobés.
No habíamos terminado de entrar al lugar, mientras huíamos de los vestigios caniculares que se arreciaban con mayor ferocidad. Cuando nos tropezamos con un inmenso y maravilloso mural que no es solo arte, es un espejo donde Córdoba se reconoce, se honra y se sueña. Lleva plasmado, en el concreto de la pared, a algunas de las personalidades más connotadas de la historia, la cultura y el arte de nuestro departamento. Pablito Flórez, trovador de Ciénaga de Oro, cuya voz sabanera aún serpentea entre versos con sabor a campo. Creador de La Aventurera y Los Sabores del Porro. A su lado, Xiomara Marrugo, guardiana del bullerengue en Puerto Escondido, que, con el tambor como estandarte, enseña a las nuevas generaciones que un ritmo heredado puede salvar la identidad de un pueblo. Le sigue Guillermo Valencia Salgado, el querido Compae Goyo, cronista de lo invisible, investigador, escritor y prolífico cultor. Su legado late con fuerza en cada historia bien contada. Quizás el personaje más popular de nuestra cultura.
Al Goyo le secretea David Sánchez Juliao, el escritor y narrador que le dio voz al Caribe en literatura casete, siendo el precursor de esta modalidad. Con sus relatos, logró que hasta los analfabetos pudieran verse en los espejos de sus cuentos como El flecha, El pachanga y Abraham al humor.
David se deleita con la voz inconfundible de Lucy González, La Cieguita de Oro, ícono de la resistencia femenina en la música tropical, exigiendo un lugar justo para la mujer en el pentagrama costeño. Lucy le hace reverencia a Manuel Zapata Olivella, quien caminó las venas negras del país con la pluma encendida. Autor de Chambacú, El corral de negros y Tierra mojada. El literato cordobés más universal de todos los tiempos. Zapata se digna de tener de contertulio en el mural a Elías Bechara Zainúm, arquitecto de sueños universitarios al fundar las universidades de Córdoba y del Sinú. La cultura le debe aulas, libros y caminos a quien se considera el padre de la educación en el departamento… Quizás el hombre más ilustre y venerable de la historia reciente en la región. Le acompaña a su lado Soad Louis Lakah, escritora y magnífica gestora cultural, sin duda alguna, la huella más indeleble que ha emergido por estas tierras. La Turquesa fue también la primera colombiana en narrar la diáspora sirio-libanesa desde la poesía íntima y migrante
Este mural, que impacta de entrada, se percibe un diálogo con la memoria viva de nuestro territorio. Cada figura es una página ilustrada del alma de Córdoba, tejida con voces, colores y canciones que se niegan al olvido. La larga pared termina con los rostros de Benjamín Puche Villadiego, quien halló en la ciencia la belleza del sombrero Zenú y lo tradujo en matemática cultural.
Le secunda el gran Juan Gossaín Abdallah, periodista y escritor de alma costeña y pluma universal. Seguidamente se encuentra
María Giovanna Londoño, etnoeducadora de San José de Uré, sembradora de saberes ancestrales. Y finalmente
Marcial Alegría, pintor autodidacta, padre del primitivismo cordobés, cuyas pinceladas con pelos de gato, recrearon el mundo vernáculo de su natal, San Sebastián, en Lorica.
Aunque sé que faltaron muchos más, no concibo de no haberle autorizado a Cacerolo, el muralista encargado de la magna obra, haber plasmado a José Luis Garcés González, el escritor vivo más relevante del depto., cuyos escritos han pasado las fronteras nacionales y argumentos suyos llevados a la televisión colombiana. Y por supuesto, ahí tenía que estar el cordobés que más alegrías le ha dado a nuestra tierra, el mejor de todos los tiempos en su saber… Miguel Happy Lora. No es solo su hazaña boxística, que no ha podido ser superada por pugilista alguno de la geografía departamental, recordemos que a Happy le debemos la internacionalización del Sombrero Vueltiao. Fue él quien dio a conocer al mundo este atuendo artesanal insigne.
El Pueblito Cordobés es un lugar donde convergen y se entrelazan las diferentes manifestaciones culturales del patrimonio material e inmaterial del departamento de Córdoba. Es una sinopsis a vuelo de pájaro donde un espectador o visitante dará fe de algunas de las riquezas que se perciben en las siete subregiones de la geografía departamental.
La obra, ubicada en el corazón del antiguo Coliseo de Ferias Miguel Villamil Muñoz de Montería, se alza como un verdadero santuario cultural a cielo abierto. Con una extensión de 14.000 metros cuadrados, el espacio se transforma en un recorrido vivencial por la arquitectura, las costumbres y el alma de Córdoba. Es un lugar donde la tradición se vuelve tangible, diseñado para que turistas y visitantes puedan explorar, en un solo sitio, la diversidad del departamento.
Cuenta con 32 locales comerciales, plazoletas de comida, auditorios y espacios versátiles pensados para exposiciones, conciertos y eventos culturales. Entre las joyas reproducidas a escala, se destacan íconos como la Catedral San Jerónimo de Montería, el tradicional Mercado de Lorica y el Auditorio Raúl Gómez Jattin de Cereté. El recorrido también abraza la esencia de al menos 13 municipios: Sahagún, San Carlos, San Andrés de Sotavento, Pueblo Nuevo, Valencia, Tierralta, Buenavista, San Antero, Montería, Ayapel, Tuchín, San Pelayo y Puerto Escondido, cuyos rasgos arquitectónicos y simbólicos son recreados con detalle y respeto por su legado.
El Pueblito Cordobés es mucho más que una obra de infraestructura: es un homenaje vivo a la identidad del Caribe interior. La inversión, cercana a los $20.800 millones de pesos, fue financiada a través del Sistema General de Regalías, apostando por un turismo cultural que une memoria, desarrollo y pertenencia.
Es importante considerar experiencias similares que han marcado huella en otras regiones del país, algunas con décadas de trayectoria y arraigo cultural. Uno de los más emblemáticos es el “Pueblito Paisa”, ubicado en el cerro Nutibara de Medellín, que recrea con fidelidad la estructura de un pueblo antioqueño tradicional, con su plaza central, iglesia, alcaldía y casas de arquitectura colonial. Este sitio se ha consolidado como el referente más reconocido de este tipo de espacios temáticos en Colombia. A esta iniciativa se suman otros ejemplos destacados como el Pueblito Boyacense en Duitama (Boyacá), el Pueblito Rionegrero en Rionegro (Antioquia), el Pueblito Tolimense en Espinal (Tolima) y el Pueblito Cundinamarqués en Facatativá (Cundinamarca), todos concebidos como vitrinas vivas del patrimonio arquitectónico, cultural y turístico de sus respectivas regiones.
El Pueblito Cordobés debe convertirse en un atractivo turístico que sea epicentro de las artes, la cultura y el turismo. Que verdaderamente se vea, se sienta, se deguste, se oiga y se respire a Córdoba en todo su esplendor, los 365 días del año. Para ello debe de haber un plan mancomunado estratégicamente donde la distancia no sea un problema, y que más bien sea un plan para las familias, propios y foráneos, de asistir periódicamente a un lugar mágico que eduque, divierta y culturice. Empresa privada, estamentos gubernamentales y la academia a través de las universidades pueden unirse para generar una agenda permanente que garantice movilidad constante en el recinto.
Ya es una realidad y es un reto darle vida a un lugar icónico que bien manejado, estratégicamente, puede dinamizar la economía de la ciudad, donde emprendedores, artistas, gestores del arte y la cultura, la academia y gobierno, logren aunar esfuerzos para fortalecer el ecosistema del turismo cultural.
Alfonso Hamburguer, quien lleva presenciando más de 40 fiestas del 20 de enero en su ciudad adoptiva de Sincelejo, luego de degustar el mote de queso y hacer un detenido y meditado recorrido por el Pueblito Cordobés, nos miró a Julio y a mí diciendo – Carajo, razón tenía David Sánchez Juliao cuando afirmó que entre Montería y Sincelejo hay diferencias abismales y no es solo por el mote –
Interpretando el comentario de Alfonso, podríamos considerar que ahora son los sincelejanos los que deberían decir: —Me voy pa otro país, Juancho. Me voy pa Montería
Buen viento, buena mar
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