¿Qué enseñamos?

Orlando Benítez Quintero*

@orlandobq

Entre el aroma a historia que impregna las calles coloniales de la Ciudad Blanca, esta semana nos reunimos en Popayán los decanos y directores de programas de Comunicación Social del país. El Congreso de AFACOM fue el escenario donde compartimos una preocupación: ¿qué tipo de comunicadores estamos formando y qué necesitan hoy para sobrevivir y destacarse en un mundo que cambia a la velocidad de una moto de domiciliario de aplicación?

Carlos Scolari, reconocido teórico argentino de la comunicación y experto en narrativas transmedia, nos dejó varias pistas. La primera: el dominio de los lenguajes —escrito, sonoro, audiovisual, interactivo— es imperecedero. Saber contar historias, manejar el lenguaje y narrar con eficacia sigue siendo fundamental, incluso cuando herramientas como ChatGPT entran en juego. “Hay saberes que perduran más allá de lo tecnológico”, afirmó.

Scolari también insistió en la importancia de tener una visión periférica: comprender el ecosistema completo y anticiparse al cambio. Como en el fútbol: los grandes jugadores no solo saben dónde está el balón, sino hacia dónde va. Esta visión es vital también para los medios, que deben reinventarse para no desaparecer.

Gabriel Kaplún, comunicador uruguayo, magíster en educación y doctor en estudios culturales latinoamericanos, abordó un tema sensible: la precarización laboral. Muchos estudiantes nos preguntan si podrán vivir de esta profesión. Kaplún propone construir un rol profesional fuerte y amplio, no solo vinculado a los medios, sino también a procesos, a la creación y a la transformación social. Plantea una adaptación crítica al mercado: entender sus lógicas sin correr detrás de ellas. Incluso cuando no hay un puesto claro, el comunicador bien preparado puede abrir nuevos caminos y crear oportunidades para otros.

Ambos coinciden en que el sustento teórico y la investigación deben seguir siendo pilares. Pero hoy, más que nunca, también lo es la ética. La formación del comunicador debe reforzar ese sentido ético que guíe su ejercicio: en lo que dice, en lo que oculta, en cómo produce, en cómo interpreta, y ahora también, en cómo usa la inteligencia artificial.

Retomando varios conceptos intercambiados con colegas frente a la expansión de la inteligencia artificial, es claro que este no es el fin de la comunicación, sino un nuevo escenario. La IA es solo una herramienta poderosa, que sigue necesitando de nosotros: los creativos, los críticos, los que narramos con sentido. Somos los comunicadores quienes debemos decidir cómo y para qué usarla.

Por eso, tanto profesores como estudiantes debemos capacitarnos no solo para dominar su uso técnico, sino para integrarla con criterio en nuestros procesos: en la producción de contenido, en la creación narrativa y también en la divulgación del conocimiento. La inteligencia artificial, como lo habría dicho McLuhan, ya es parte del medio. Pero el mensaje sigue siendo profundamente humano.

Porque en medio de empanadas de pipián, preguntas difíciles y futuros inciertos, comprendimos algo claro: comunicar bien, con ética, criterio y alma, sigue siendo nuestra mejor respuesta. El estudio de la comunicación está más vivo que nunca.

*Jefe de programa de Comunicación Social – Unisinú

  


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