Mario Sánchez Arteaga
Vargas Llosa y García Márquez: relación indisoluble hasta la eternidad

El intelectual habla del genio

El pasado 28 de marzo el escritor peruano Mario Vargas Llosa cumplió 89 años de nacido, el 6 del mismo mes hubiese cumplido 98 años el escritor colombiano Gabriel García Márquez, quien el próximo 17 de abril cumplirá 11 años de fallecido. Ambos nobeles de literatura, Mario en 2010 y Gabo en 1982.
En la década del 60 surgió un movimiento cultural y literario que se prolongó a los años 70, al que los medios y la crítica literaria bautizaron “El boom latinoamericano,” donde jóvenes novelistas de este continente escribieron obras literarias que se distribuyeron en Europa y casi todo el mundo. Este selecto grupo de extraordinarios narradores estuvo conformado por el mexicano Carlos Fuentes, el argentino Julio Cortázar, el peruano Mario Vargas Llosa y el colombiano Gabriel García Márquez.
Entre Mario y Gabo surgió una química fecunda y de profunda admiración del uno al otro. Era una época de precarias herramientas comunicacionales, por lo tanto, su único mecanismo de intercambiar mensajes era la correspondencia. Cartas iban y venían de ambos lados. Vargas Llosa con 26 años de edad había escrito una gran novela, “La ciudad y los perros”, gozaba un cierto reconocimiento en el hemisferio occidental, mientras que García Márquez, acercándose a los 40 llevaba tres publicaciones sin tanto éxito: La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1958) y La mala hora (1962).
Solo hasta 1967 en la ciudad de Caracas – Venezuela lograron conocerse personalmente. Recién se había publicado “Cien años de soledad”, el Best Beller literario del momento, consagrando al escritor colombiano como uno de los mejores escritores del planeta. Desde ese momento se gestó no una amistad, más bien una hermandad entre ambos. Gabo admiraba con gran ahínco la sapiencia de Mario, y este último no escatimaba en elogios la genialidad de su colega colombiano; tanto así que en 1971 el peruano escribió el libro “Historia de un deicidio,” un análisis profundo y generoso de la obra del colombiano donde lo enaltece y endiosa precozmente al pódium de los clásicos.
La rigurosidad de este texto elogioso y deslumbrante de Vargas Llosa a García Márquez, es como si en su tiempo Tolstoi glorificara a Dostoievski y Faulkner a Virginia Woolf. Ese idilio fraternal de suma cercanía y camaradería, a pesar de tener amplias diferencias políticas (Mario de derecha y Gabo de izquierda) duraría nueve años.
En 1976, una noche fría en ciudad de México, la hermandad del intelectual y el genio se fragmentaría inquebrantablemente para siempre. La gala estaba lista para proyectar un documental en un teatro, donde Mario, iracundo y desmedido, entró sin mediar palabra, lanzó un derechazo en el rostro de Gabo, dejándolo noqueado en el piso. Nariz rota y ojo morado. Pocos testigos y afortunadamente no existían los celulares para registrar el acontecimiento y subirlo viralmente a las redes sociales. Quienes presenciaron el hecho, testifican que el intelectual y escritor peruano le grito a su colega de las letras –Esto fue por lo que le hiciste a Patricia – (Esposa de Mario). Mientras el escritor de “Cien años de soledad” no reaccionaba y miraba perdido.
Vargas Llosa nació en la ciudad de Arequipa (1936), una de las más importantes del país Inca. García Márquez es oriundo de Aracataca – Magdalena, (1927) municipio de la costa norte de Colombia. El estilo narrativo que ha identificado al escritor peruano es realista, lo que él ha llamado “Realidad Ficticia”, basándose en casi todas sus novelas en temas relacionados al Perú, mientras que García Márquez se catapultó como gran precursor del “Realismo Mágico”. Su formación literaria viene infundada de la crianza de sus abuelos maternos con historias fantasiosas que escuchaba desde niño.
Mario siempre se ha distinguido por ser un hombre supremamente estudioso, disciplinado y ordenado en su faena laboral, recopilación de datos y formulación de una arquitectura y estructura para sus libros los siete días de la semana. Ha escrito 20 novelas, múltiples cuentos, ensayos y artículos periodísticos.
Gabo, siendo un soldado subordinado de las letras, acudía más a la intuición y olfato de lo irreal sobre los pies de lo real. No era hombre de salir con agendas y anotar datos para cuando llegara a su estudio, plasmarlos en el papel, no, él asistía a lo que llamaba “Memoria selectiva”, confiando plenamente en que esos datos que su imaginación recreaba y elaboraba fueran recordados plenamente al momento de estar escribiendo. En caso de no acordarse, es porque no servían, decía el cataquero, quien digitaba sus historias de 8:00 de la mañana a 2:00 de la tarde. Publicó 11 novelas, 4 libros de cuentos y 3 de no ficción.
Julio Cortázar confesó, alguna vez, que escribiendo “Rayuela” nunca preparaba qué vendría, ni anotaba absolutamente nada. Muchas veces se sentaba frente a la máquina sin tener idea de cómo y por dónde seguir. Era un bohemio que abusaba de la musa inspiradora para que llegara como gracia sobre él y tomara posesión de mente y manos para seguir la historia.
Después del bochornoso incidente de 1976 en México, ambos escritores se siguieron leyendo, en privado, pero distantes. Reconocían las capacidades narrativas de cada quien. Jamás volvieron a encontrarse, a pesar de los infinitos esfuerzos de allegados al círculo cercano de los dos. La prensa y el morbo de algunos literatos, ocasionó una rivalidad para siempre entre el intelectual y el genio, como habría sucedido anteriormente entre William Faulkner vs. Ernest Hemingway.
Gabo se alcanzó a fotografiar con el ojo hinchado y negro del derechazo propinado por Mario, sabía que sería histórico, pues no eran cualquiera. Años más tarde, la historia los premiaría en el selecto grupo de los 117 Premios Nobel de Literatura (a la fecha) desde su creación en 1901 (18 han sido concedidos a mujeres).
El tema en público quedó aplacado. El escritor Cataquero evitaba el tema y el de Arequipa, quien es más mediático y portentoso orador de conversatorios internacionales, sorteaba el tema con la elegancia aristocrática que le ostenta en los escenarios.
Hasta el 17 de abril de 2014, cuando murió Gabriel García Márquez, un Viernes Santo, igual que Úrsula Iguarán, era el escritor vivo más famoso y relevante de habla hispana en el mundo. Su obra cumbre “Cien años de soledad” era el libro más leído y vendido de lengua castellana después del Quijote. Automáticamente, ese lugar lo ocupó su antiguo amigo, pero ya enemigo, Mario Vargas Llosa. La venganza de Gabo vino después de muerto, porque no ha habido un solo evento, feria del libro, conversatorios, donde inviten a Mario, que no le pregunten por la obra del escritor colombiano. Él muy ponderadamente ha asistido a todas las invitaciones y siempre ha reconocido la genialidad y calidad literaria de nuestro nobel.
En una ocasión, Mario venía de viaje en un avión. Un pasajero se percata de la grandiosa figura literaria en primera clase, y le pide a la azafata que le permita acercarse al nobel peruano para solo estrecharle la mano. Mario permite el acercamiento, el pasajero le profesa su admiración en una oratoria exquisita. Mario se sonroja porque el pasajero se le salen las lágrimas de la emoción sin soltarle la mano. Al despedirse, el hombre ya muy conmovido le dice – Su libro “Cien años de soledad” cambió mi vida. (Tremenda puñalada)
Carmen Barcell, la agente literaria tanto de Vargas Llosa como de García Márquez, dijo en una entrevista: Mario es un intelectual, un erudito, el mejor de la clase, un Cum Lauden, y escribe muy bien. Pero Gabo es un genio, un tocado por la mano de Dios.
El mismo Mario ha reconocido en esos tantos eventos culturales donde siempre le preguntan por Gabo, que “García Márquez era un hombre divertidísimo, gozaba de una gracia para contar anécdotas e historias, pero no era consciente de la grandeza de genialidad que poseía”.
Desde 2014, cuando Gabriel de la Concordia García Márquez pasó a la inmortalidad, su colega peruano, Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, ha tenido que cargar con ese fantasma macondiano y hablar del apostolado de quien fuera su amigo y entrañable rival en el universo de las letras.
“La Historia de un deicidio” es un karma que resucita cada vez que puede. ¡El intelectual habla del genio!
Buen viento, buena mar
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