Durante la mañana de este viernes 27 de junio, Japón llevó a cabo la ejecución de Takahiro Shiraishi, conocido como el «asesino de Twitter», marcando la primera aplicación de la pena capital en el país desde 2022. Shiraishi, de 34 años, fue condenado por el asesinato y desmembramiento de nueve personas, mujeres jóvenes, a quienes contactaba a través de la red social. El ministro de Justicia, Keisuke Suzuki, confirmó que los crímenes incluyeron robo, violación, asesinato y manipulación de cadáveres, destacando la crueldad y el impacto social de los actos, motivados por «egoístas deseos sexuales y financieros».
El modus operandi de Shiraishi consistía en contactar a individuos con tendencias suicidas en Twitter, ofreciéndoles una falsa ayuda para morir. Las víctimas, con edades comprendidas entre los 15 y 26 años, eran atraídas a su residencia cerca de Tokio. Allí, las asesinaba, desmembraba y ocultaba sus restos en neveras y cajas de herramientas, en un escenario dantesco que la policía descubrió al investigar la desaparición de una mujer. Los 240 fragmentos humanos hallados en su domicilio, cubiertos con arena para gatos, revelaron la magnitud de sus crímenes, catalogados por el juez como «astutos y crueles» debido a que se aprovechó de personas «mentalmente frágiles».
A pesar de los argumentos de la defensa que alegaban el consentimiento de las víctimas por sus ideas suicidas, el tribunal desestimó esta postura, enfatizando la violación de la dignidad de los afectados. La ejecución de Shiraishi se alinea con la amplia aceptación de la pena de muerte en la sociedad japonesa, que junto a Estados Unidos, son los únicos países del G7 que mantienen esta práctica. En Japón, las ejecuciones se realizan por ahorcamiento, y si bien la ley establece plazos, muchos condenados pasan años esperando, a menudo sin ser informados de su ejecución hasta pocas horas antes.
