Los sistemas de inteligencia artificial están dejando de ser herramientas de apoyo para convertirse en supervisores silenciosos en múltiples entornos laborales. En redes sociales se ha viralizado un dispositivo integrado a la cámara de seguridad, el cual ya está siendo utilizado en varios restaurantes y bares, por ejemplo, ya se utilizan algoritmos capaces de registrar cada vaso servido por los empleados y calcular con precisión cuánto tiempo permanece un cliente en el lugar. Este tipo de vigilancia constante redefine el concepto de productividad y marca un inquietante precedente sobre el papel del trabajador humano.
Más allá de contar tareas, estas tecnologías no descansan, no se equivocan y están diseñadas para optimizar al máximo el rendimiento. El análisis que hacen es frío, numérico, sin contexto ni empatía: sólo resultados. Y mientras recopilan datos en tiempo real, se perfilan como una alternativa eficiente y silenciosa a la supervisión humana. ¿Hasta dónde llegará su alcance?
La industria de la construcción será uno de los próximos escenarios de esta transformación. Pronto, la IA comenzará a monitorear la productividad “hora hombre” en obras, midiendo el rendimiento de cada trabajador con una precisión implacable. La pregunta ya no es si la inteligencia artificial puede reemplazarnos, sino cuándo decidirán que somos menos eficientes que una máquina.
