Cinco meses después de la masacre que estremeció a Aguachica, en el Cesar, Ángela Barrera, madre del pastor asesinado junto a su esposa e hijos, rompió el silencio y reveló que también había planeado asistir al restaurante donde ocurrió la tragedia, pero un malestar físico la detuvo. Hoy, con el corazón roto, asegura que fue un presentimiento lo que la salvó de ser una víctima más.
En su testimonio, Barrera recordó cómo, tras recibir una llamada de su cuñada informándole de un supuesto accidente, se enteró realmente de la magnitud de la tragedia al ver un video sin censura en redes sociales donde reconoció los cuerpos de sus seres queridos. “Yo me arrodillé en la sala y le pedí a Dios que los guardara, pero ya estaban muertos”, narró entre lágrimas.
La masacre ocurrió cuando sicarios ingresaron al restaurante buscando a una mujer conocida como “La Diabla”, quien logró escapar. Los asesinos confundieron a la hija del pastor con su objetivo, debido a la similitud en la vestimenta, y abrieron fuego contra la familia. Cuatro personas murieron en el acto. Las investigaciones posteriores confirmaron que fue un error y desmintieron los rumores que relacionaban al pastor con actividades ilegales.
Ángela Barrera insiste en que su hijo era un hombre de fe, sin enemigos ni temores. “Él vivía tranquilo, no debía nada a nadie”, dijo, y pidió que el país no olvide que su familia fue víctima de una violencia absurda que aún deja cicatrices profundas en quienes los amaron.
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