El presidente Donald Trump ha anunciado la imposición de aranceles de hasta 245% a las importaciones chinas, una medida que podría desatar una nueva crisis en las relaciones comerciales entre Washington y Beijing. La decisión está basada en una investigación del Departamento de Comercio sobre la dependencia de Estados Unidos de minerales críticos procesados en China, esenciales para sectores clave como la defensa, la automoción y la tecnología. Si la investigación confirma que estos bienes representan una amenaza para la seguridad nacional, se activará el aumento de tarifas.
La Casa Blanca también presentó otras tres líneas de aranceles, que incluyen un 125% en represalia a las medidas chinas, un 20% relacionado con el fentanilo, y aranceles bajo la Sección 301, dirigidos a productos estratégicos. Esta escalada ocurre mientras China critica duramente la política estadounidense, señalando que la guerra arancelaria fue iniciada por Estados Unidos. Beijing se prepara para posibles represalias si la situación empeora, tras acusar a Washington de manipular los mercados globales.
En medio de este conflicto, el crecimiento del PIB de China en el primer trimestre de 2025, que superó las expectativas, podría no reflejar aún el impacto de los nuevos aranceles. Además, este aumento en las tarifas se da justo cuando Trump reemplaza a diplomáticos clave y refuerza la presión sobre China por su dominio en el mercado de materiales estratégicos, considerados una amenaza para la soberanía tecnológica de Estados Unidos.
